Texto de: Carmen Miranda
En esta combinación hablamos de una personalidad que huye de la realidad.
Hoy día es fácil quedar atrapados en lo ilusorio, aparente, irreal, ficticio, donde la angustia puede llevar a las adicciones como la bebida o remedios relajantes. En la vida cotidiana se muestran a través de la artificialidad, de la teatralidad. En la máscara sonriente del payaso que llora, mientras en su interior se niega a reconocer todo lo que le aflige, como la tortura, la ansiedad, la falta de reconocer la verdad y el eludir los conflictos.
La ignorancia nos hace creer que lo que vemos es solo lo que existe, negando así nuestro componente espiritual en tiempos de pereza y distracción que nos hacen procrastinar.
Aquí es donde entra el Diablo en juego. Iluminando lo que no queremos ver, todo aquello que no queremos mostrar a los demás. Aspectos como los miedos, las envidias, las inseguridades, las obsesiones, los fracasos.
En cierta manera el Diablo nos obliga a mirar de frente aquello que está escondido, para aceptarlo e integrarlo. Llega un momento en que se hace necesario sincerarnos y dejar de engañarnos, reconocer la raíz de nuestros miedos, purificarnos y avanzar en nuestro conocimiento interior.
