Escuchar es un proceso mucho más complejo que la simple pasividad que asociamos al «dejar hablar”. La escucha activa es aquella que no solo pone la oreja, sino que hace saber al otro que es escuchado, que se le entiende. Saber escuchar activamente es una de las bases para la mejora de la relación n el consultante.
La escucha activa se basa en:
- Mantener contacto visual, de forma no dominante o intimidadora. Usar la mirada para «escuchar» puede comunicar acogida, interés y/o inspirar serenidad, pero también se puede herir violentamente con ojos de juicio, amenaza, sospecha y/o humillación.
- Interesarse por el otro retroalimentando la comunicación, respetando el espacio vital que el consultante quiere mantener.
- Centrarse en el otro pacientemente, es decir, seguir la conversación tratando de conocer y comprender cada vez mejor las ideas o preocupaciones del consultante, ayudándolo a hablar y comunicándole confianza mientras se expresa.
- Mantener una posición corporal abierta al diálogo, haciendo ver con gestos, que nos interesa el que nos dicen, el cuerpo tiene que indicar que efectivamente se escucha.
- Eliminar los obstáculos que frenan la comunicación: críticas, descalificaciones, exigencias, prejuicios, estereotipos y detectar las palabras y las ideas clave que nos quiere transmitir el consultante.
Tener empatía lo que supone cierto «vacío de si», de las cosas propias y de los prejuicios.
