El Tarot siempre nos sorprende. Su rica historia está llena de incógnitas, de preguntas que quizás nunca tengan respuesta, pero que probablemente por ello, nos invitan a una indagación continua, que siempre revela detalles interesantes.
Es el caso de esta carta. Un naipe que muestra la figura del Diablo, el Arcano número 15 del tarot.
Es una figura extraordinaria, a pesar de su simplicidad. El Demonio está devorando a dos personas. En su parte superior, tiene la apariencia de un macho cabrío. En su vientre, tiene una segunda cara, como luego fue común en algunos naipes marselleses. Sus patas, son las de un ave.
Una figura muy similar se puede observar en las denominadas “Cartas Rothschild”, impresas en torno a 1500.
En el caso que nos ocupa, la carta del Diablo es el único naipe que existe de una baraja completamente desconocida. Se encuentra en el Museo Británico y, observándola, uno se pregunta, ¿cómo eran el resto de las cartas? ¿Quedará alguna en algún lugar?
Actualmente, este naipe se considera que es parte de un “Tarocchino” de Bolonia, editado poco antes de 1500. Y la imagen que nos muestra es común en la iconografía de la época.
A diferencia de otros naipes, que solían tener un reverso sin dibujo, en éste, la parte posterior tiene un grabado que representa a un hombre de espaldas. Al pie de la ilustración, leemos la inscripción: “M. Angelo Hebreo”, que podríamos traducir como “M. Angel, el judío”. Sin duda, se trata del nombre del fabricante de cartas. Pero ¿quién fue este hebreo? No lo sabemos. Ni siquiera podemos estar seguros de que ese fuera su nombre real. Quizás se trate de un seudónimo. Quizás ni siquiera era un judío.
Sobre la imagen del hombre, una inscripción: “Cha perse se grata el cullo”, que significa, literalmente: “El que pierde, se rasca el culo”. Y efectivamente, el personaje del reverso muestra a un hombre en actitud de rascarse aquel lugar donde la espalda pierde su nombre. A los pies, un naipe que parece ser un as de rombos tirado en el suelo. Sin duda, es la carta que le ha derrotado en el juego.
En italiano, lo que “te pica el culo” es, figuradamente, aquello que te molesta o te irrita. Y nada más irritante, al parecer, que perder a las cartas.
No hay que olvidar que en sus orígenes, el tarot era un juego de sociedad, un entretenimiento sin ninguna base esotérica. Que lo que hoy llamamos “arcanos mayores” no eran otra cosa que los “triunfos”, las cartas de más valor en la partida. Las cartas podían contener al Diablo en una cara y un mensaje humorístico en la cara opuesta.
Así que el tal “M. Angel, el hebreo” debió ser, como tantos otros en su época, un humilde fabricante de naipes de juego.
Esta carta es la única pista que tenemos acerca de un mazo del que no ha sobrevivido ningún otro naipe. Y es la pista de la existencia de un fabricante de cartas completamente desconocido. ¿Aparecerá algún día otra carta de “M. Angel, el judío”? ¿Sabremos qué otras cartas componían el mazo?
Qué hermoso es hacerse preguntas, aprender cada día. Qué triste, en cambio, conformarse con lo ya sabido.
Mejor aprender, reír y sorprenderse. ¿No crees?