…Ella, descubrió el tesoro, aquel que muy pocos se atreven a ir a buscar.
Todos le dijeron que jamás podría vencer a la fiera. Que miles de personas, más fuertes que ella, lo habían intentado y fracasaron. Que su diminuto cuerpo seria devorado en un abrir y cerrar de ojos por aquel extraño animal. Pero ella, haciendo caso omiso a cualquier advertencia, emprendió el camino.
Fueron muchas noches sin lunas y días sin sol, pero siempre, el susurro del viento y las estrellas, le marcaron los pasos haciéndola sentir acompañada.
Una noche, después de un día duro, cayó amodorrada, cosa de un minuto, pero enseguida despertó por un brusco zarandeo.
Al abrir los ojos, no podía creerlo, pues reconoció al instante aquel peligroso animal, del que tanto había oído hablar. El corazón le iba a estallar, pero la voz suave de aquella criatura, inexplicablemente la calmó al instante.
-No temas -le dijo-. No vengo a llevarte conmigo, sino a ser parte de ti. Mi deber es estar siempre a tu lado, darte valor, inteligencia y energía, para que domines tus miedos y así poder realizar tu misión de vida.
Ella esbozó una leve sonrisa, a la vez que lo miro a los ojos y mágicamente se fundieron en un sólo ser.
-Ahora ya encontré el tesoro -se dijo, y feliz, regresó a casa.