…Ella, cansada de esperar, decidió coger las riendas de su vida e ir en busca de sus sueños.
Ya no se conformaba con las migajas ni las sobras de otros, ahora lo quería todo y, al subirse a aquel Carro, se transformó en guerrera.
No sabía hacia donde se dirigía, pero eso era lo que menos importaba.
Malherida, se alejó de personas, de amores no correspondidos, de dolor, de desconsuelo y, milagrosamente empezó a respirar.
Recorrió caminos pedregosos y caminos enfangados. Cruzó ríos de aguas bravas. Vivió tormentas y pasó hambre, pero incomprensiblemente, las heridas de su piel y las cicatrices de su Alma, empezaron a sanar.
Sus ojos volvieron a iluminarse cómo en su juventud, a la vez que sus manos se llenaban de oportunidades.
Todo terminó, se dijo. Ahora sus vestimentas eran lujosas, pues en ese viaje aprendió que lo duro no es el camino en sí, sino las heridas con las que se viaja.