Texto de: Nieves Ríos
…Ella empujada a nacer, no comprendía su misión de vida, por ello sus alas fueron desprendiéndose a medida que crecía.
No podía conectar con su esencia y poco a poco la rodearon unos gruesos barrotes que la convertirían en prisionera de sí misma.
Un día vio el reflejo de su Ser en unos ojos que no conocía y recordó sus alas, entonces una suave brisa convertida en palabras le desveló el mensaje:
-Tus alas volverán a crecer cuando tu Espíritu esté en calma y equilibrio.
De repente, cómo si del mejor truco de magia se tratara, aparecieron delante de sus pies, dos vasijas rebosantes de agua de vida.
Rápidamente se acercó a beber, pues estaba sedienta, pero las vasijas eran tan pesadas que parecían estar pegadas a tierra.
Arrodillándose frente a ellas, inclinó su cabeza y empezó a tomar el agua a pequeños sorbos, para así aligerar el peso y calmar su sed.
Después de varios días intentó levantarlas de nuevo y descubrió que éstas ya no pesaban.
Sorprendida, miró en el interior y misteriosamente el agua empezó a fluir de una vasija a otra, a la vez que los barrotes que la tenían prisionera iban cayendo.
En ese instante unas preciosas alas abrazaron su espalda y recordó el mensaje. «Ahora lo comprendo todo», se dijo, y quedó en Paz.