Shuffle Tarot – XV El Diablo

Shuffle Tarot – XV El Diablo

El Diablo es una figura demoníaca con alas de murciélago, patas de cabra, símbolo de la antítesis divina. A sus pies: dos figuras humanas (varón y mujer) están encadenadas, como en un espejo oscuro de Los Enamorados. El Diablo sostiene una antorcha o bastón de fuego (el cetro infernal) apuntando hacia abajo. El fondo oscuro acentúa la idea de sombra, deseo, compulsión, adicción, materialismo. Representa la ilusión del control, la pérdida de libertad interior, el ego desbordado. Es una carta de confrontación con la sombra: lo que nos domina sin que seamos conscientes, desde el deseo hasta el miedo.

En el Shuffle se produce un intercambio simbólico muy potente y ahora aparece El Loco sentado en el lugar del Diablo. El fondo sigue siendo completamente negro, lo que mantiene el contexto de lo inconsciente, lo no revelado. Sostiene, en su mano derecha, una rosa blanca alzada (símbolo de pureza y de inicio). En su mano izquierda, el cetro de fuego del Diablo, apuntando hacia abajo. A sus pies: una cadena en el suelo (vacía), la otra cadena sujeta al perro, a los instintos, que tira intentando liberarse.

En mi opinión esta es una de las sustituciones más provocadoras del Shuffle Tarot. El Loco, arquetipo del comienzo, lo libre, lo inocente, lo potencial, es colocado en la silla del miedo, la atadura y la sombra. ¿Contradicción? No. Es una revelación, la sombra no siempre es el tirano. A veces, la sombra es nuestra propia inocencia no asumida, nuestra libertad mal dirigida, o nuestra potencia sin integrar. Ya no es un ser externo o una adicción que nos domina, sino una parte de nosotros mismos que no hemos aprendido a manejar. El Loco representa ese impulso primario, puro y libre, pero que, al no ser integrado, puede llevarnos a repetir los mismos ciclos de compulsión e inconsciencia que en la carta clásica del Diablo.

En las manos del Loco encontramos la dualidad, la rosa blanca como representación de la pureza de intención, la búsqueda, el espíritu del iniciado. El cetro de fuego como símbolo del poder creativo y destructivo, ya no amenaza: espera ser comprendido. Es el mismo instrumento del Diablo, pero ahora está en manos del Loco. Esto nos dice que la energía del Diablo no desaparece, sino que es asumida por una conciencia más inocente, libre, tal vez más inconsciente, como si el Loco no supiera el poder que porta.

Colocar al Loco aquí me sugiere una pregunta poderosa: ¿Qué ocurre cuando nuestra libertad no tiene dirección? ¿Cuándo no somos conscientes del fuego que manejamos? Este Diablo no es maligno, sino inmaduro. No manipula a otros: todavía no sabe qué está haciendo.

En lugar de los dos humanos encadenados, ahora solo hay, un perro, atado, que se resiste, una cadena libre en el suelo. Esto también reconfigura la simbología, el perro ha estado presente desde la carta del Loco. Aquí, aparece atado, como si fuese su propia sombra o impulso instintivo, y quiere liberarse. La cadena vacía simboliza la posibilidad que todos tenemos de liberarnos o auto- encadenarnos: ya no es el Diablo quien sujeta, sino que las ataduras son autoimpuestas o simbólicas y nos enseña que la libertad está disponible, pero implica conciencia. En este sentido, la sombra no nos encadena: somos nosotros quienes decidimos ignorar o resistirnos a integrarla.

En el fondo, esta carta propone que la verdadera sombra no es el mal, sino la falta de conciencia sobre lo que somos capaces de hacer con nuestra libertad.

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