La figura central del Sumo Sacerdote ejerciendo su papel, ahora aparece intercambiada por la figura del ermitaño. Muy acorde con los tiempos que transitamos, quizás el rol de la autoridad espiritual ya no sea tan necesario, para qué un intermediario institucionalizado si podemos acceder al conocimiento sagrado, lo sagrado eres tú, en tu silencio, en tu búsqueda interior.
Desde la introspección personal, el ermitaño, representa una revolución interna.
En este arcano se nos presenta la contradicción se nos presenta entre lo externo y lo interno, en el Rider el Sacerdote aparece sentado en su trono entre dos columnas (símbolo de dualidad y estructura). Lleva consigo una triple corona (símbolo de autoridad espiritual).En su mano izquierda sostiene el báculo papal de tres niveles (símbolo de dominio sobre el cielo, la tierra e inframundo).La mano derecha está levantada en señal de bendición (dos dedos hacia arriba, dos hacia abajo, indicando el canal entre lo divino y lo terrenal).Frente a él, dos acólitos (representan la transmisión del conocimiento y la tradición).Las llaves cruzadas en el suelo (llaves del conocimiento, o del acceso a la sabiduría sagrada). En el Shuffle Tarot, el trono sigue presente, con columnas y arquitectura similar digamos que el «escenario» del Sumo Sacerdote se mantiene. La figura que aparece meditando es claramente El Ermitaño, barba larga, túnica roja, ojos cerrados, postura de introspección profunda. Ya no hay corona ni báculo ya que se ha eliminado la autoridad externa y visual, ni acólitos porque el conocimiento ya no se transmite jerárquicamente, ni gesto de bendición, el poder ahora es silencioso, meditativo e interno.
El silencio como maestro
El Sumo Sacerdote tradicional habla, enseña, bendice, el Ermitaño guarda silencio.
Esto nos habla de una sabiduría que no se transmite con palabras, sino con presencia. El silencio aquí no es vacío, es plenitud. Nos recuerda que muchas veces, el verdadero maestro no enseña, sino que inspira con su ser.
La ausencia de los acólitos nos muestra un camino que ahora es individual
Los dos acólitos que en el Rider-Waite representan la transmisión tradicional del conocimiento, esto es alguien que enseña y otros que aprenden ha sido reemplazado por un el aprendizaje que ya no es colectivo ni impuesto, sino que es un camino profundamente individual.
Esto me resuena con la idea de que el camino espiritual es individual, donde ya no hay un «camino correcto», sino tu camino.
La postura de meditación más que separar integra.
El Sumo Sacerdote separa cielo y tierra con su gesto de mano, simbolizando su rol como puente entre ambos mundos. El Ermitaño está sentado, con las manos sobre las rodillas, en una postura que sugiere unión y centro. Es decir, ya no se necesita mediar entre dos mundos, él se ha convertido en el punto de unión. Es la sabiduría encarnada, no delegada ni ritualizada.
En una esquina de la alfombra podemos ver la cabeza de la serpiente como símbolo transformador que nos habla de sabiduría ancestral, renovación a través de la energía kundalini, la curación, la iluminación, pero también la transformación radical a través de nuestro propio trabajo interior. El peregrinaje ha concluido, y el buscador se ha convertido en sabio, ha alcanzado su verdad.
La presencia de partes de armadura particularmente las botas que representan nuestro camino y forma de andar y la protección de los brazos que bien nos hablan de la acción, y la defensa lo siento como algo que ha sido dejado atrás conscientemente. El Ermitaño no necesita ya luchar. Ya no necesita protegerse ni avanzar armado, ha hecho las paces con sus sombras. Ha trascendido la etapa del Caballero, ya no necesita imponerse ni defenderse. La renuncia al escudo y la armadura puede interpretarse como la superación de los mecanismos de defensa del ego.
Estas piezas de armadura pueden ser vestigios de un pasado, reliquias que nos recuerdan de dónde venimos. ¿Acaso no fue antes un caballero? ¿No es el viaje del alma pasando por todas esas etapas: el loco, el mago, el emperador, el caballero…? pasado del buscador espiritual, que ahora ya no necesita esos elementos. Estas piezas bien podrían pertenecer al arcano número 13, recordándonos que el ermitaño ha pasado por un proceso de transformación radical, de muerte simbólica, y ha emergido despojado de todo, incluso de la protección que antes creía necesaria, de la lucha egoica.
