La Torre clásica representa la ruptura súbita de estructuras, externas o internas. Lo divino que irrumpe y destruye la ilusión. Dos figuras (rey y súbdito, o masculino y femenino, o ego y alma) caen al vacío. La corona es golpeada, indicando la caída del ego o de las estructuras de poder. Las llamas, las gotas, las nubes: expresiones del caos, de lo que ya no puede sostenerse.
En el Shuffle Tarot, se mantiene el escenario de la torre: el rayo, el fuego, la apertura en el edificio, las llamas, las gotas doradas. Pero el detalle diferencial está en los personajes que caen, son los acólitos del Sumo Sacerdote (el Hierofante). Lo delatan sus sombreros típicos que están dispersos, volando en el aire mientras los cuerpos caen. Un cambio es sutil, pero radicalmente poderoso.
Si en el RWS la Torre es la caída de cualquier estructura de poder, en el Shuffle Tarot lo que colapsa no es sólo el ego, sino también la estructura de creencias aprendidas. Aquí el ataque del rayo no va a la monarquía o el sistema civil, va a la institución religiosa, a la doctrina, al dogma. La Torre ya no destruye sólo lo que hemos construido —sino lo que nos enseñaron a creer como verdad absoluta.
Caen los acólitos, no el Sumo Sacerdote, representando el colapso de la fe ciega en la autoridad espiritual o moral o que la enseñanza sin conciencia se derrumba, que quienes siguen sin cuestionar están condenados a caer con la torre. Representan al discípulo que nunca se convirtió en maestro. Sus sombreros volando son el símbolo de la pérdida de un conocimiento que no se sostuvo por experiencia propia.
En tiempos donde las instituciones tradicionales están siendo cuestionadas (religiosas, políticas, académicas), la carta sugiere que las creencias aprendidas, pero no interiorizadas, se desmoronan. La caída de los acólitos representa a quienes han delegado su pensamiento en otro, sin construir su propio criterio. Esta carta, en esta versión, no dice, despierta por la fuerza. Dice, despierta de lo que otros te dijeron que era verdad.”
Siento que la torre aquí puede ser un rito de paso, si el Sumo Sacerdote era la entrada a la tradición, la Torre es la salida crítica de ella. Ya no basta con seguir rituales o dogmas: la conciencia necesita derribar los muros heredados para encontrar la verdad por experiencia. La Torre deja de ser sólo un símbolo de catástrofe personal para volverse una crítica directa a las estructuras de creencias no cuestionadas. El derrumbe no es del ego solamente, sino del seguimiento pasivo, de la fe sin conciencia.
